SALUD
27 de enero de 2022
Alerta COVID

(AGP):_ Por Andrea Fruttero.- Nunca hasta ahora la amenaza de una enfermedad había ocupado tanto espacio en nuestros pensamientos.
Sufrimos la modificación total de nuestros hábitos de existir y ser. El aumento de la desconfianza y de las actitudes conservadoras. Toda la red de relaciones y actitudes humanas modificada. Abrazos prohibidos y respirar a través de una máscara.
Nunca hasta ahora la amenaza de una enfermedad había ocupado tanto espacio en nuestros pensamientos.
Sufrimos la modificación total de nuestros hábitos de existir y ser. El aumento de la desconfianza y de las actitudes conservadoras. Toda la red de relaciones y actitudes humanas modificada. Abrazos prohibidos y respirar a través de una máscara.
Desde hace tiempo los diarios, la televisión, la radio y las redes sociales no hablan de otra cosa que de la covid19. Estadísticas más o menos aterradoras, testimonios, consejos prácticos, relatos de quienes acaso volvieron de la muerte e incluso chistes acerca de la pandemia y los nuevos hábitos de vida que nos ha traído ocupan gran parte del tiempo que dedicamos a informarnos.
Nuchos expertos han alertado ya que la exposición constante a este tipo de contenido está aumentando los niveles de ansiedad con efectos inmediatos en nuestra salud mental. Pero es que además el sentimiento constante de alerta y amenaza que nos persigue puede tener consecuencias en nuestra psicología y en la forma en que nos relacionamos.
El miedo al contagio despierta actitudes evolutivas profundamente arraigadas que pueden llevarnos, según algunos estudios, a mostrarnos más conformistas, por ejemplo, y a aceptar peor las diferencias. De esta forma, nos volvemos menos tolerantes –quizá esto podría explicar en parte este fenómeno como el de la llamada “policía de los balcones”- y nuestras actitudes sociales de tornan más conservadoras. Una investigación realizada en la Universidad de Hong Kong señala también, en este sentido,que exponer a las personas a imágenes evocadoras de una pandemia les hacìa valorar más las actitudes de obediencia y conformidad con el grupo y menos las de rebelión o excentricidad.
La amenaza de enfermedad también puede volvernos más desconfiados hacia lo desconocido: malas noticias para nuestra vida social y amorosa. Un estudio práctico en Science Direct alerta de que nuestras primeras impresiones tienden a ser peores ante el miedo al contagio, y que los rostros con un atractivo convencional nos resultan ahora mucho menos deseables que antes. También tendemos a sospechar más de las personas de otras culturas, lo que podrá alimentar actitudes xenófogas o racistas.
Los especialistas opinan que: Es complicado recuperar la confianza cuando estás recibiendo mensajes constantes de miedo y alerta. Tu cuerpo sabe que existe un enemigo invisible y aunque tu cabeza quiere controlar ese miedo, tu cerebro reptiliano* te indica que existe un peligro. El cerebro pregunta constantemente: ¿Qué depende de mí? Sobre todo, debemos darle espacio a la emoción, ya sea miedo o cualquier otra, porque es la única manera de trascenderla.
El valiente sigue teniendo miedo, pero no deja que éste lo bloquee. Mostrar valentía no significa necesariamente que no estemos asustados. Tan solo quiere decir que nos damos tiempo para tomar decisiones coherentes a pesar de nuestro miedo, aseguran los expertos, casi siempre, permitirnos a nosotros mismos sentir la ansiedad, la preocupación y el miedo puede parecer desagradable, pero debemos aprender a aceptar las emociones incómodas, pués hacerlo puede hacernos volver a nuestro centro con mucha más resilencia que antes. No se trataría, pues, de evitar o negar nuestro miedo, aunque tampoco de alimentarlo.
Lo cieto es que unas dosis de valentía, o de acostumbramiento, en cualquier caso, pueden resultar necesarias a la hora de retomar las relaciones sociales cara a cara.
Transcurrido un tiempo, las relaciones serán diferentes, nos preguntaremos con naturalidad si tenemos anticuerpos, si estamos en contacto con personas contagiadas… Este tipo de preguntas se volveran normales. Esto no es positivo ni negativo. Las cosas seran diferentes y, como siempre un mecanismo adaptativo a los nuevos tiempos, aseguran los terapeutas.
¿Quiere esto decir que debemos forzarnos a salir de casa y retomar nuestra vida social? La psicóloga y especialista en estrés –Maria Julia Donivan- señala: “tampoco se trara de eso. Si no tenemos ganas de salir debemos pararnos un momento a reflexionar qué estamos sintiendo. ¿Es miedo? ¿Es angustia a un posible contagio? ¿E s un bienestar que me interese sentir y quiero disfrutar más en casa? Lo primero que debemos identificar es la emoción. Si vemos que el miedo está paralizando debemos escucharlo y ver cómo podemos poner medidas para protegernos del contagio, e intentar dar pequeños pasos cada día más importantes e ir superándolo. Lo importante es detenernos un momento y averiguar que está pasando y para eso necesitamos tiempo y quietud.”
Y continúa: “Esta pandemia nos ha puesto de frente a una realidad nunca vista y por eso lo que ocurre en nuestro cerebro es que no sabemos cómo reaccionar ante lo imprevisto. Es un claro ejemplo de que no podemos controlar cómo nos sentimos, pero sí podemos aprender a gestiona y a aceptar nuestras emociones tal vez como vengan, casi como simples espectadores y sin atribuirles un juicio o sentirnos mal, porque quizás la tristeza no es lo que esperabas sentir al ver a tu padre tras estar tres meses encerrado. Lo más importante y lo que aconsejo a la hora de enfrentarse a un nuevo reencuentro, a la hora de retomar una actividad es vivir tus emociones sin culpa.”
Esta especialista también alerta de los peligros del exceso de individualismo en estos momentos: “La crisis del coronavirus puede agravar la falta de lazos comunitarios, y este fenómeno no nos haría ningún favor. Creo que es el momento de tejer redes muy sólidas a través de la tecnología que nunca van a sustituir el contacto físico, si vaqn a fomentar que podamos expresar emociones, hablar con personas que no están en el hogar, cuidar, proteger y querer. La comunidad y la comunicación entre personas nos van a salvar. Somos animales gregarios”.-
*Andrea Fruttero para AGP:
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